Como los guardas no alimentaban a los prisioneros, las familias les traían los alimentos. En una temporada, el califa emitió una orden que consistía en que nadie excepto niños de doce años o inferiores podía traer alimentos a los presos. Aquellos que tenían niños jóvenes podían mantener con vida a sus familiares, ¿pero qué les sucedería a el resto?
Así se unen dos continentes por medio de solo una devoción al Niño que el día de hoy recibe a quienes acuden al templo de Atocha, situado al fondo de la iglesia, en una nave del costado. La devoción al Santo Niño de Atocha tal y como se conoce hoy, en realidad nació en América, en México. En Plateros, una pequeña aldea próxima a las minas de Fresnillo, se edificó una iglesia en honor a Santurrón Cristo de los Plateros, un crucifijo prodigioso, empezando la construcción a fines de la década de 1690. Hasta allí los españoles llevaron la devoción a la Virgen de Atocha, poniendo en un altar de la iglesia de Plateros una hermosa imagen de españa de Nuestra Señora y su Niño Divino.
Al notar la Imagen del Niño Jesús, uno de los soldados seccionó con la espada las manitas de la Imagen y la arrojó entre los escombros a que había quedado achicado el altar. La estatua fue recibida con gratitud y puesta en el oratorio interior del convento, donde fue objeto de la veneración de todos aquellos buenos Progenitores, distinguiéndose entre todos el Padre Cirilo. La promesa de la donante se cumplió a la letra, y los maravillosos efectos de la protección del Divino Niño no tardaron en manifestarse, ya que prontísimo fueron prodigiosamente socorridas las necesidades del monasterio. Fray José corrió a contárselo al padre Prior, pidiéndole cera, un cuchillo y un pincel. El Superior se lo concedió y Fray José se entregó con ilusión a modelar una estatua de cera del Niño que había visto.
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Prolonga sobre ellos tu mano omnipotente y socorre sus pretensiones. Extiéndela sobre los enfermos para sanarlos y santificar sus penas; sobre los pecadores para atraerlos a la luz de tu gracia; sobre cuantos, oprimidos por el mal y la miseria, invocan tu cariñosa ayuda. Te amo con todo el corazón y con todas las fuerzas de mi alma.
Al fin llegó el día en el que, cubierto de Ángeles, se le presentó el Niño Jesús y Fray José, en éxtasis, puso los ojos en el Divino Modelo y copió al Niño que tenía enfrente. Cuando terminó y observó que su Imagen era igual al Sagrado Modelo, reventó en risas y llantos de alegría, cayó de rodillas delante de Ella y, posando la cabeza sobre las manos juntas, murió. Exactamente los mismos Ángeles que acompañaron a su Niño Jesús, recogieron su espíritu y lo llevaron al Paraíso. Los religiosos enterraron piadosamente el cuerpo del santurrón lego y con especial devoción pusieron la Imagen de cera del Niño Jesús en el oratorio del Monasterio. El origen de la Imagen del Niño Jesús de Praga se remonta hacia finales de la Edad Media. Entre las ciudades de Córdoba y Sevilla, en España, al sur de las márgenes del Guadalquivir había un famoso Monasterio Carmelita, lleno de monjes.
Hacía una y la deshacía, para hacer otra, pues nunca quedaba conforme, y cada una que hacía le salía más hermosa que la previo, y de esta forma pasaba el tiempo, esperando que retornase su amado Jesusito. Yo te contemplo, oh redentor muy, muy dulce, revestido de un mantón de púrpura. Haz, oh Jesús, que sea correcto a tanto sacrificio y no rechace en el momento en que se me presente cualquier trabajo de sufrirlo por ti. Oh Niño Jesús, al contemplar tu semblante, me siento con gran confianza; sí, todo lo espero de tu amabilidad. Irradia, oh Jesús, tu felicidad sobre mí y mis conocidos cercanos, de este modo podré cantar tu sin limites clemencia. Alivia, oh médico Celeste, sus penas, líbrala de sus sufrimientos y dale perfecta salud, si esto es conforme al querer divino y al verdadero bien de su alma.
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Cautiva nuestra alma de tus divinos hechizos de niño, nunca te olvidará y se acoge el día de hoy bajo tu manto de Rey para disfrutar de la paz que nos tienes prometida, y allí poder recibir tu bendición, que como de Dios, la va a hacer crecer en santidad y virtudes. De ahí que nos consagramos rendidamente a tu santurrón servicio; seremos devotos fervientes de Praga. Hijos de tu amor, responderemos a tu predilección por nuestras almas, brindándote a partir de ahora y para siempre cuanto somos, cuanto anhelamos; la vida de nuestros sentidos, las pretensiones de nuestro corazón, los amores de nuestras ánimas que te forman parte por derecho de filiación y deuda de conquista, al crearnos y redimirnos. Por año siguiente, se retiró el enemigo de Praga y pudieron los religiosos volver a su convento, pero absolutamente nadie se acordó de la preciosa Estatua. Por ello, indudablemente, se vio achicado el monasterio a la pobreza como el resto de la población, pues los religiosos carecían de alimentos para ellos, y de los elementos indispensables para restaurar su casa.
Me arrepiento honestamente de mis errores, y te suplico, oh buen Jesús, me des fuerzas para vencer. Sugiero no ofenderte y me ofrezco a tí, dispuesto a sufrir antes que hacerte sufrir. De ahora en adelante, deseo servirte con toda fidelidad, y por tu amor ¡oh Divino Niño! Niño omnipotente, Señor Jesús, de nuevo te suplico me asistas en esta situación .
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Ninguno de los niños sabía quién era, pero la pequeña vasija de agua que llevaba jamás se encontraba vacía, y la canasta siempre y en todo momento estaba llena de pan para dar de comer a todos y cada uno de los desafortunados prisioneros que no tenían niños propios que les trajesen alimentos. Llegaba de noche, pasando a la vera de los guardas que dormían o sonriendo amablemente a los que estaban lúcidos. Aquellos que habían pedido un milagro a la Virgen de Atocha comenzaban a sospechar sobre la identidad del pequeño niño. Como una manera de confirmarlo, los zapatos de la escultura del niño Jesús estaban gastados. En el momento en que los sustituyeron por unos nuevos, esos también estaban gastados. Amabilísimo Niño Jesús de Praga, ovacionado por todos como prodigioso por los incontables y expepcionales favores que concedéis a cuantos os invocan.
Ayúdame a mantenerla, a fin de que la lleve siempre y en todo momento con fruto. Oh amabilísimo Niño, al mirarte sostener el planeta, mi corazón se llena de gozo. También me sostienes cada momento, me guardas como tuyo. Por tu divina infancia, oh Jesús, concédeme la gracia que con insistencia te solicito si es un bien para mí y es conforme a tu voluntad. Concede, oh pequeño Rey, los tesoros de tu clemencia al mundo entero y consérvanos ahora y siempre y en todo momento en la felicidad de tu amor. Los vendedores que quieren realizar crecer su negocio y llegar a más compradores interesados tienen la posibilidad de usar la plataforma de publicidad de Etsy para publicitar sus artículos.
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El Niño aparece vestido de peregrino con la “concha de Santiago” y mantiene una cesta con alimentos. Se representa de esta forma por una historia de historia legendaria que se remonta al La capital de españa medieval bajo la ocupación musulmana. Esa historia de historia legendaria cuenta que en Atocha, muchos cristianos estaban en prisión debido a la fe que profesaban.
San Antonio de Padua fue un santo franciscano que nació en Lisboa en 1195. En esta pintura se cuenta el milagro de la aparición del Niño Jesús al santo, lo que le da el carácter de protector de la niñez. El santo viste el hábito marrón de su orden, amarrado a la cintura por un cíngulo, mostrándose arrodillado en un suelo rocoso en el instante que se le aparece el Niño Jesús en su habitación. El Niño figura sentado sobre un libro y el santo transporta en su mano derecha una rama de lirios, como símbolo de pureza. La escena se completa con las figuras de ángeles en la parte superior.