Debió abandonar la vida de una chavala normal de Nazaret. Llevó una vida ejemplar y sacrificada, una vida humilde y entregada al amor por su Hijo hasta el pie de la Cruz, pero siempre y en todo momento lo hizo confiando en que contaba con el acompañamiento del Padre. Por eso Madre, el día de hoy queremos que nos mueva por dentro el saber las dificultades y las necesidades del resto, que no veamos para otro lado, que no observemos como habitual que haya gente mucho más cerca o más lejos de nosotros que padezcan y que carezcan de lo mucho más necesario.
El Señor desea que siempre tengamos una sonrisa en la cara. Por eso Madre hoy deseamos que la sonrisa sea una constante en nosotros y queremos ser ALEGRES como Tú. 4.-Virgen del Beato Rosario, ayúdanos a ser un solo corazón y un alma sola, pueblo santo en camino hacia la patria del Cielo. 7.-He conseguido de mi Divino Hijo que, cuantas propaguen esta devoción, sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna de forma directa, ya que van a ser borrados sus errores y mi Hijo y Yo seremos su consolación eterna y alegría.
Consideremos hoy, leales devotos de Santa Ana, la entrada gloriosa de la Santa en el reino de los cielos. Al lado de Jesucristo, a San José y a San Joaquín, la venturosa Santa Ana, Madre de la Madre de Dios, nuestra querida Abogada. Allí en la gloria ocupa Santa Ana entre los tronos mucho más brillantes; allí la santa Madre de Jesús se complace en honrar a su Madre muy amada; pues la gloria de los padres siempre es honor de los hijos. Allí la aclaman todos y cada uno de los bienaventurados como Madre dichosa de la Reina de todos y cada uno de los santurrones, María, la maravilla mucho más grande después de su Hijo Jesucristo.
Ella es el océano que debemos atravesar para llegar a Jesús” (San Padre Pío). El Papa Juan Pablo II tuvo mucha devoción a la Virgen María. El 13 de mayo de 1981, coincidiendo con la festividad de la Virgen de Fátima, intentaron matarlo. Con esta frase, durante nuestra oración decimos a la Virgen María “todo tuyo soy María”.
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Es fácil ser fiel, y accionar conforme a lo que uno cree en el transcurso de un día o dos. Es simple ser coherente y incesante en los instantes de entusiasmo; pero es bien difícil serlo en los pésimos instantes, y María siempre y en todo momento lo fue, desde la Anunciación hasta el pie de la Cruz. María, nuestra Buena Madre, aunque fueron más de uno los momentos de padecimiento en su historia, siempre relució por su alegría. María tenía muchos fundamentos para ser una mujer alegre, se sabía Madre del hijo de Dios, y se encontraba convencida de la buena noticia que Jesús nos daba. Siempre confió en que todo cuanto le ocurrió a su hijo tenía un sentido, y vivió la alegría de la resurrección junto a los apóstoles. La soberbia, y la falta de modestia desgastan el resto virtudes que podamos tener.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. La práctica de la oración de nueve días consecutivos que en este momento recopila este libro, actualizada convenientemente por nuestro amado párroco D. Oraciones y meditaciones, en forma de novena, que perpetuarán la celebración de la memoria de Santa Ana y que nos dejarán expresar los profundos sentimientos de nuestro amor por ella y por la madre de Jesús. En Tribaldos, de generación en generación, venimos festejando con orgullo la memoria de Santa Ana. La devoción heredada y casi natural del tribaldeño ha pasado siempre por la contemplación discreta de la madre Ana que educa a la hija María, la Virgen. Nuestros progenitores y abuelos nos lo han transmitido con orgullo.
Nacida del linaje de David, fue llamada con el glorioso nombre de “Ana”, que significa “Felicidad”, por el hecho de que iba a ser la Madre de la Llena de Gracia, de la mucho más extraordinaria criatura de este planeta después de Jesús. Y en torno a esta devoción multisecular se ha conformado nuestro carácter, personalidad, cultura, tradición; y una secuencia de prácticas devocionales y oracionales riquísimas y repletas de contenido de fe. En nuestro paso por la tierra, camino hacia el cielo, tenemos la posibilidad de perseverar siempre y en todo momento pues Cristo nos ha ganado las gracias primordiales para perseverar.
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Siete gracias que la Muy santa Virgen otorga a las ánimas que le honran diariamente, meditando sus dolores, con el rezo de siete avenarías. “Con fe, [María] escucha la Palabra de Dios, la acoge, la proclama, la venera, la distribuye a los leales como pan de vida y, a su luz, examina los signos de los tiempos, interpreta y vive los hechos de la historia” . Señor, sea eternamente bendita la gloriosa Santa ana, por haber tenido la dicha de llevar en su seno a la Muy santa Virgen María, Madre de Dios. La acompañamos con todo nuestro afecto y devoción en la alegría que experimentó en el nacimiento de su Hija, y la felicitamos por el espléndido sacrificio que hizo al Altísimo en el momento en que la presentó en el Templo. Contempla, fiel apasionado de Santa Ana, de qué forma fue bendecida y predestinada por Dios para la maternidad más grande de todo el mundo después de la de su Hija, como es ser Madre de María, la Madre de Dios.
De la carencia de lucha en los pecados veniales y también deficiencias, nace un auténtico abandono que nos va predisponiendo para faltas cada vez mayores. Cristo se hizo Camino ¿podemos perder la esperanza de llegar? Pasea, camina segura con Cristo, no mires atrás, no te detengas, no te apartes de El, no caigas en el sendero, no tropieces. María, nuestra Buena Madre, tuvo que sacrificar y poner en riesgo muchas cosas de su historia para realizar la misión que Dios le tenía encomendada.
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¡Cuánta sería la alegría de los santos Progenitores por las noticias que les comunicara Santa Ana sobre su Hija! Contempla el día de hoy, amante de Santa Ana, a nuestra Abogada, que junto con su esposo San Joaquín, puso a su Hija por nombre María, que significa “estrella”, “señora, mar de gracias”. ¡Qué dicha y admiración sentiría Santa Ana los tres años que vivió en compañía de María! Amamantarla, cuidarla, hablarle, estrecharla en su corazón, y llevarla en los brazos, oírla hablar y recibir de ella sus primeros cariños de Hija.
Te invitamos que cada día poseas este pequeño instante de oración junto con nosotros. “Cuando se reza el rosario, se reviven los instantes más importantes y significativos de la historia de la salvación; se recorren las distintas etapas de la misión de Cristo”. “El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas intranquilidades y en él siempre y en todo momento encontré consuelo”. “El rezo del Rosario pide un ritmo relajado y un reflexivo remanso que favorezcan en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del Corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor”. “El Rosario es una muy increíble forma de oración pensada, compuesta en forma de mística corona”.
Según creencia piadosa, la santa resucitó con cuerpo glorioso al tiempo de la resurrección del Redentor; y de esta forma, inmortal y llena de gloria, habiendo visto cara a cara a Dios, se apareció con Jesucristo a los demás beatos y a su querida Hija María, sumida en la soledad más dolorosa. Poseemos muchas ocasiones de charlar con Dios a lo largo del día y debemos aprovecharlas. Podemos rezar de manera comunitaria, con nuestros compañeros en la oración de la mañana, ahora al terminar el recreo, o en el momento en que asistimos a misa. O también podemos tener momentos de oración personal y rezar en el final del día antes de dormir, o mientras caminamos hacia el instituto cada mañana. Cualquier oportunidad funciona bien para hablar con Dios, y contarle lo que nos preocupa, lo que nos ilusiona y las cosas que hicimos bien y mal durante el día; algo que nos asiste a medrar como personas y a ser mejores cristianos. De ahí que Madre el día de hoy queremos que la ORACIÓN esté que se encuentra en nuestra vida cada día, como lo estaba en la tuya.
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Que la Cruz nos ilumine para percibirlo, que nos asista a luchar, que no nos abandone en el momento de la caída para de esta manera levantarnos. Ser fiel en lo pequeño es la mejor garantía de la perseverancia; la distribución se hace día a día, hora a hora, minuto a minuto. Para ser leal en estas cosas pequeñas se necesita mucho amor de Dios. El descuido frecuente de lo pequeño, nos acerca a la tentación grande, a la tibieza, que nos hace indiferentes a las insinuaciones del Espíritu Santo. La santidad grande está en cumplir los deberes pequeños de cada instante.